Comentario
En 1872, unos estudiantes hallaron casualmente un toro de bronce muy especial. Participa esta obra de la concepción abstracta de la época en Centroeuropa, pero no se parece a los toritos famélicos del cementerio de Hallstatt. Las órbitas de los ojos, extremadamente abiertas, circulares como discos, están hoy vacías, pero pudieron haber estado rellenas de ámbar o de cristal. Era un ser elegido, de ahí su signo de hierro en la frente. El taller del que salió esta esculturilla hizo una obra que no es estrictamente equiparable a ninguna otra figurilla de su clase en otros mundos: Escandinavia, Yugoslavia, Etruria, la región de los escitas, de los Balcanes, etc. Es un obra, pues, única en su estilo, representativa de la broncística del final de Hallstatt en la región de Moravia. Su finalidad es más sencilla de apuntar, y ya nos hemos adelantado a señalarla. Tuvo que ser un donativo ritual que asumiera las virtudes simbólicas (objeto de culto solar, de fertilidad, de poder varonil, etc.) del toro y los bóvidos de Centroeuropa.
La producción de vasos de bronce a partir del 600 a. C., en el sudeste de Europa central (El Trentino en Italia, Carintia en Austria, Eslovenia) está dominada por una clase de recipientes: las situlae, cuya decoración se desenvolvió conforme a un arte independiente, el suyo propio. Tuvo su nacimiento y principal foco de difusión en el valle del Po, en torno a los centros noritálicos de Bolonia y Este. En las situlae de la zona englobada en el Hallstatt de Oriente pervive la tradición de los grandes recipientes de bronce centroeuropeos del Bronce Final. Su finalidad fue, en la mayoría de los casos, la de contenedores de líquidos para ocasiones rituales o ceremoniales. Como tales, terminaron en las tumbas y en los depósitos. Las situlae tuvieron un destino parecido, pero sirvieron de recipientes de vino aguado, que se distribuía en banquetes y fiestas. Tal costumbre es propia de la cultura clásica y llega al interior del continente europeo a través de los Alpes.
La fabricación de situlae pervivió desde el 600 a. C. hasta el siglo IV a. C., aunque el momento de mayor apogeo es el siglo V a. C. Las primeras situlae entran en el Hallstatt como productos de importación de los centros itálicos. Llevan en sus paredes una decoración intrusa y forastera: repertorio de escenas de carreras de carros; de pasadas de jinetes; de comidas acompañadas de ejercicios gimnásticos; de paradas militares; de conciertos de música; y la serie de animales en hileras que constituyen la fauna propia de las artes del período orientalizante en Etruria y en el Mediterráneo (leones, ciervos, esfinges, grifos, cápridos, etc.).
Etruria es la cultura intermediaria en este arte. Esta región impone al arte de las situlae temas iconográficos que son propios de su cultura y tradición pictórica funeraria (los carros, las danzas, los banquetes), pero en las que subyace el peso de la influencia helénica. Etruria, por otra parte, transmite al arte de las situlae los conceptos costumbristas y modos artísticos que van más a tono con ideas puramente orientales que con conceptos de origen estrictamente griego; por ejemplo: la contraposición de la cara de la guerra y de la paz; o el banquete de los dioses. Finalmente, de Etruria pasan a las situlae los frisos de la animalística helénico-orientalizante y los fondos floreados de rosetas corintias, o corintizantes, que fueron transformados en su propio territorio.
El arte de las situlae reúne, pues, desde el principio, una amalgama de motivos en ebullición, de distintas procedencias (oriental, corintia, greco-orientalizante en su amplísimo contenido, etrusca o suritálica) a los que se une la aportación técnica e iconográfica de los tipos, vestimenta y armamento local del norte de Italia.
Unos cuantos ejemplos muy elegidos servirán para ilustrar el proceso de formación y contenido de las situlae. En la tumba número 507 de Hallstatt se depositó una tapadera de sítula procedente de la localidad de Este, en Italia, con una decoración inusual en la broncística del Continente. En ella, delimitadas por cuentas de glóbulos, según procedimiento habitual en la metalistería del norte de Italia, se acomodan dos bandas: una de cuadrúpedos, perros o caballos, y una fila de rosetas de puntos de origen corintio. El producto es, pues, una versión en metal, realizada en el taller de Este, de un modelo cerámico de Corinto.
Otra tapadera, también hallada en Hallstatt (tumba número 696), y de la misma procedencia, muestra un desfile de ciervos con ramas colgantes de la boca, y leones con un trozo de presa humana en las fauces. Esta pieza revela la intromisión en las situlae de Este de la animalística oriental recreada en Etruria. Las dos aportaciones, la corintia y la etrusca, se introducen en la broncística de la periferia septentrional etrusca, de donde saldrán en copia libre. A las gentes de Hallstatt estas situlae les gustaron como objetos exóticos.
Los artistas de las situlae se especializaron en un arte que es la prolongación muy elaborada de los mismos préstamos etruscos y orientalizantes helénicos. La sítula más famosa de toda la colección es la que apareció en la tumba número 68 de la necrópolis de Certosa di Bologna, conservada en el Museo Cívico de Bolonia, y datada a comienzos del siglo V a. C. Es un obra maestra que ilustra sobre la factura y la temática de estas piezas. El dibujo se pintó sobre las planchas de metal; las figuras se resaltaron con martilleado por el lado interior; y los detalles de la representación se grabaron por el exterior. En sus paredes desfilan soldados, oferentes, trabajadores del campo con sus arados y bueyes, músicos, leones y otras fieras. Hay temas, como el del ganado, que parecen incorporar motivos de la cerámica ática de figuras negras. Los tipos rechonchos, de pequeña estatura, con sombreros de hongo o de ala, pertenecen, en cambio, a formulismos consagrados en el arte de las situlae.
Por extraño que parezca, el arte de las situlae no resultó demasiado atractivo a los príncipes de la región occidental de Hallstatt. Estos, ya lo sabemos, prefirieron auténticos vasos de bronce etruscos o griegos. Las situlae, en cambio, como hemos ya adelantado, fueron bien acogidas en el sector oriental de Hallstatt, en donde, paradójicamente, no se han dado importaciones clásicas originales. Un taller de gran solvencia floreció en Eslovenia. Varias necrópolis de túmulos de Eslovenia (Sticna, Vace, Magdalenska Gora, Novo Mesto-Kandija) han proporcionado ejemplos del mencionado arte de las situlae en territorio y durante período hallstáttico.
Una obra de primera clase del taller de Eslovenia es el ejemplar de Vace. Su calidad artística puede ser comparable a la de la sítula de La Certosa, con la diferencia de que en este caso quien se expresa es un artista local. Este tuvo preferencia por los ciervos y los antílopes en el registro inferior. Les acompaña un león solitario, pero éste, como hizo observar N. K. Sandars, se parece a un lobezno de los montes europeos. El segundo de los registros está dedicado a un symposium, en el que se sirve un líquido presumiblemente consagrado. Varios sirvientes, la mayoría de ellos mujeres, reparten la bebida entre personajes solemnemente sentados; uno de ellos porta un vástago con la cabeza bifronte de un pájaro; otro toca una flauta de varias cañas; unos púgiles entran en liza por un yelmo sobre trípode. En el registro alto, se suceden los carros, los jinetes y las monturas engalanadas. La caja de uno de estos carros, al parecer de dos ruedas, remata en los lados anterior y posterior en dos prótornos de aves. Recuérdese, al respecto, que este motivo de las cabezas de pájaros fue corriente en los carros votivos de la etapa de las Urnas en Centroeuropa. El desfile de los carros, sin embargo, es un asunto asimilado por el arte etrusco a través de la cerámica ática.
Una vez más, somos testigos del eclecticismo y ambivalencia del arte de las situlae en territorio de Hallstatt.
Las figuras, con sus trajes talares, sus carrillos hinchados, sus gorros de pantomima convencionales, son modelos congelados de un arte establecido. La técnica de la sítula de Vace es básicamente la consagrada en el valle del Po; pero, en los detalles del interior de las figuras, se aplica con insistencia el puntillado, un procedimiento decorativo, como sabemos, en el que sobresalieron los broncistas hallstátticos de la zona oriental.
El estilo de las situlae europeas tuvo consecuencias directas en otros objetos de ajuar; en particular, en las placas de cinturón. En un ejemplar de esta clase, procedente de la necrópolis de Vace, se recoge un encuentro de dos guerreros a caballo; uno porta un hacha, y el otro una lanza; el uno lleva un gorro de bombín, el otro deja la cabellera suelta. Les flanquean otros guerreros de parecido porte, a pie, y con escudos ovales. Finalmente, en una esquina, una figura masculina totalmente ajena a la escena, con uno de estos simpáticos gorros de ala curva tradicionales en los personajes de las sítulas itálicas, parece haberse autoinvitado para completar el cuadro.
El arte de las situlae se prolongó en las regiones transalpinas durante la Segunda Edad de Hierro. Sorprendentemente el tiempo no ha dejado demasiadas huellas. Los mismos animales, parecidas carreras de carros, copiados de la cerámica de figuras negras áticas, las mismas figurillas de teatro, o incluso los motivos adicionales ya anticuados, como las rosetas de puntos, se recogen en un vaso de tipo etrusco: una cista procedente de Moritzing (Bolzano-Bozen) en el Tirol italiano, aparecida junto a materiales de la Edad de Hierro avanzada (siglo IV a. C.).
Hemos tenido ocasión de comprobar cómo las situlae irrumpen en la metalistería europea repentinamente. Aunque la región oriental de Hallstatt practica este arte a su aire, porque, en definitiva, es un arte prestado, y lo devolverá tarde o temprano. John Boardman ha sugerido que los artistas de las sítulas vivieron entre los siglos VII y VI a. C. El arte de la Edad de Hierro en Centroeuropa lo acepta, pero pasa sin gloria. Al fin y a la postre, las situlae son productos del arte mediterráneo, una secuela de la cultura itálica de tipo orientalizante.
El arte de la época que se avecina en Europa se desentiende de las sítulas, pero le queda el remanente mediterráneo de la animalística orientalizante, a la que tanto pábulo dieron estos vasos decorados de bronce. En este sentido, y sólo en éste, las situlae cumplen un importante papel durante la Segunda Edad de Hierro.